9 mayo, 2025
Se sabe qué tipo de persona eres por el modo en que eliges entre lo que te interesa y lo que importa, dependiendo de si sólo buscas el éxito o también buscas la verdad. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que en este «Pueblo Salvaje» Manuel Carrasco se ha decidido por lo segundo, por escribir canciones que son cartas boca arriba y desde las que nos habla con el corazón en la mano, sin medias tintas ni paños calientes. La última de ellas, «El enemigo nº1», ya lo dice todo y nos recuerda que a la hora de las dudas no hay peor adversario que uno mismo, el único rival al que no puedes vencer sin salir derrotado. Esa sinceridad a cara descubierta la encontramos aquí por todas partes: en «Mi dignidad», en la arrebatadora «Museo del Prado», donde aprendemos el peligro de esperar respuestas para las que no existe la pregunta adecuada, o en «El grito del niño». Para enseñar las heridas primero hay que desnudarse, como quien no tiene nada que ocultar, ni siquiera sus secretos más dolorosos, y en ese sentido este disco es la demostración de que a veces tirar piedras contra nuestro propio tejado es la única forma de ahuyentar a los demonios que se han posado allí.
Pero que nadie se equivoque, «Pueblo Salvaje» no es un himno a la tristeza sino un canto a la vida, donde Manuel Carrasco demuestra que de las inseguridades y los malos momentos se sale a base de orgullo y por tu propio pie, aunque sea de la mano de quienes nos quieren; por eso nos deja claro que sentirse igual que “un vaso vacío que espera que alguien lo llene” no significa que no te sientas a la vez “el indomable, el clavo que no se deja clavar». Uno puede romperse la camisa y después usarla de bandera.
Este disco junta letras dignas de ser escuchadas y músicas que piden a gritos ser bailadas, contagia una alegría inteligente. Su esencia es flamenca, paro sus raíces están aquí y en América, la del sur y la del norte, buscan territorios propicios para reivindicar la naturaleza, el regreso a lo auténtico, lo que lucha por mantenerse puro en mitad de tanto ruido y tantas vanidades, lo que no ha sido domesticado y aún merece que se pelee por ello. Esa idea combativa está, por ejemplo, en «Tengo el poder», tan festiva y tan popular, con sus trompetas de feria o desfile, pero donde se nos vuelve a animar a rendirnos sólo si es para ser más libres. Y si hace falta cruzar una línea roja, porque al otro lado está lo más divertido, pues se hace al ritmo de un son cubano, como en «Prohibida». O nos vamos de discoteca en «La reina del baile» esa persona que te hace pensar: “me toca la lotería todas las noches con ella.” Todo un eslogan romántico.
«Pueblo Salvaje» nos recuerda que lo que distingue las cosas realmente importantes es que no son cosas y nos da un consejo: cuida y cuídate. Por eso es un disco tan bello y tan humano.
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